Tras dos días de ascensión, nos
encontramos a escasos doscientos metros de la cumbre…
Fran, que se halla el primero de
la cordada abriendo huella, se afana en clavar bien su piolet y asentar con
fuerza las doce puntas de los crampones en una pared paupérrima de nieve y
hielo. Yo que lo sigo varios pasos más atrás, veo nuestra comprometida
situación.
En la ascensión habíamos
comprobado que el estado de la nieve era muy engañosa, ya que la primera capa
de unos diez centímetros era de una nieve muy buena para progresar, pero debajo
de esta se encontraba un hielo duro, de algunos días previos a la nevada. Esto
solo podía decir dos cosas; posibles placas de hielo donde se podía venir abajo
toda la costra y lo que era peor, en
caso de un fatal tropiezo, la caída por la pala iba ser difícil detenerse,
máxime a la altura en la que nos encontramos…
Miro hacia atrás y Miguel Ángel que rehusó a seguirnos, ya ha llegado a la seguridad del collado. Vuelvo dirigir mi mirada hacia arriba y veo nuevamente a Fran atareado con el piolet y los crampones, algo dice entre dientes pero no logro entenderle, aunque me lo estoy imaginando, la subida se está complicando más de lo que suponíamos, maldita sea!!!...
Miro hacia atrás y Miguel Ángel que rehusó a seguirnos, ya ha llegado a la seguridad del collado. Vuelvo dirigir mi mirada hacia arriba y veo nuevamente a Fran atareado con el piolet y los crampones, algo dice entre dientes pero no logro entenderle, aunque me lo estoy imaginando, la subida se está complicando más de lo que suponíamos, maldita sea!!!...
El puntal de Vacares es uno más
de los 32 tres miles que hay contabilizado en Sierra Nevada. No es uno de los
más elevados, 3.134 m. pero tampoco es de los más bajos. Lo que ocurre que se
encuentra ensombrecida debido a que sus dos grandes hermanos se encuentran en
su línea y sobresalen por sus grandes cumbres y que son el Alcazaba con 3.371 m
y el rey de todos ellos y de la península, el Mulhacén, con sus 3.482 m de
altitud.
Nortes del Alcazaba, Puntal de Siete Lagunas, Mulhacén, Juego de Bolos,Caldera, Los Machos, Veleta..
Nortes del Alcazaba, Puntal de Siete Lagunas, Mulhacén, Juego de Bolos,Caldera, Los Machos, Veleta..
Pico del Veleta. autor : Juan Natura.
El por qué de intentar hacer cumbre en su
cima, la verdad que no tengo ni puta idea. Quizás como dijo un célebre
montañero “Porque está ahí”. Pero es justo reconocer que la idea, como casi
todas las rutas que hemos realizado en esta sierra, surgió de Mario. Aun no le
he preguntado el por qué se eligió esa
cima, quizás la causa sería por no encasillarnos siempre en subir todos los
años lo mismo, o yo que sé!, la cuestión que fue todo un acierto el hecho de
plantearse subir esa montaña.
No iba a ser la primera vez que
pisáramos su cima. En el año 2010, realizando la integral de Sierra Nevada,
pasamos por ella y recuerdo que en aquel entonces ya nos lo puso difícil,
haciendo la ascensión por la cara norte, con el mochilón a la espalda, donde al
llegar a lo más alto nos compenso al poder contemplar la laguna que lleva su
nombre en pleno deshielo. El color turquesa, mezclado con el blanco de la
nieve, es difícil de olvidar.
Fran, en la cima del Vacares durante la Integral.
Para esta empresa, emplearíamos
tres días en las cuales, el primero se utilizaría en desplazarnos a la sierra y
una vez estacionados los vehículos subir por la vereda de la Estrella hasta el
refugio de la Cucaracha, donde pasaríamos la noche previa a la ascensión al
Vacares. Siendo al amanecer del segundo día, el empleado para la subida de la
montaña y una vez realizada la cumbre, descender nuevamente al refugio para
pasar la segunda noche y emprender al día siguiente la vuelta a los vehículos y
el regreso a casa.
Pinar junto al refugio del Aceral.
En esta aventura de los ya manidos
del equipo, Miguel Ángel, Mario, Manu, Fran, Sergio Eusebio, nos acompañaría
Juan y Ricardo, solo nos faltó nuestro entrañable Javi.
El refugio donde pasamos las dos
noches llamado popularmente la Cucaracha por su semejanza a este simpático
bichito. Es un refugio construido como barracón para el personal forestal, pero
que está a disposición de todo aquel que quiera refugiarse en él. Muchas son
las veces que hemos pernoctado en ella y tengo que decir que es un privilegio
contar con este edificio por el entorno donde se encuentra. Lástima que muchos
capull@s que suben allí arriba nos lo deje lleno de mierda o rompa o deterioren
el edificio. Gracias a gente desinteresada, todos los años adecentan y arreglan
con sus propios recursos estos refugios. Desde aquí mi más sincera gratitud a
todos ellos.
Refugio el Calvario (la Cucaracha) .
Y llego el día de la ascensión al
Vacares, Tras un desayuno contundente a base de té y magdalenas, nos
despediríamos de Juan y Ricardo que decidieron permanecer al amparo del refugio y bichear por su cuenta
la zona, el resto del equipo emprende con entusiasmo el comienzo del ascenso a
cumbre, con una amanecer espectacular, pero eso sí, llevándonos la promesa de
Ricardo y de Juan en que nos mantendría encendida la chimenea hasta nuestro
regreso.
Fotos realizadas por nuestro amigo Juan Natura:
Fotos realizadas por nuestro amigo Juan Natura:
La subida por la Loma del Calvario es tan solo
la antesala de lo que nos esperaría y en poco tiempo vamos ganando altura, pero
a pesar de que mirábamos cara a cara a
las temibles nortes del Alcazaba y del Mulhacén, no atisbábamos aun nuestro
objetivo, ya que la lomas del Puntal de los Tajos Negros que íbamos faldeando, nos lo
impedía.
Tras coger un poco más de altitud
y debido a que algunas zonas empieza empinarse, decidimos hacer un alto y
calzarnos los crampones y los que iban bastoneando guardan uno de ellos y
desatan de la mochila el piolet. La nieve recién caída el día anterior era muy
buena para progresar, pero era embaucadora, ya que a diez centímetros debajo de
esta capa, era hielo más duro que los cuernos de una persona mayor, debido a que
según un parte que transmitió la FAM, la semana anterior había llovido incluso en cotas muy altas, con la consiguiente bajada de temperaturas y quedándose
helado.
Tras reanudar la marcha, Fran y
yo observamos que algo no va bien, algo, o mejor dicho, alguien.
La continua subida por la ladera, hacía que la pierna derecha recayera la inercia del peso de tú
cuerpo. Esto le ocasionó a Mario que se le reprodujera las molestias en su
abductor que ya iba maltrecha de días anteriores, pero que pensaba que no le
daría tanto la lata, ya que aparentemente se encontraba mejor.
Mario quería darse la oportunidad
y subir el Vacares que tantas veces nos había incitado a subirla, pero no era
el día. Y el ya temido “señores, hasta aquí he llegado, desciendo hacia abajo,
suerte” me cayó como una jarra de agua fría y creo que al resto de la cordada
tuvo la misma sensación. Y es que no concibo una aventura de este calibre sin
este tío a mi lado, ¿A dónde coño voy yo sin él? Parecerá cursi, pero es lo que
sentí en ese momento.
Para nosotros, que hemos realizados todo tipo de aventuras en
estas montañas de la mano de nuestro amigo, el cual, ha sido y es una
referencia dentro del grupo y que en numerosas situaciones difíciles ha
guardado la cordura y nos ha sacado del atolladero, su marcha hacia abajo era
algo que no me entraba en mi cabeza. Pero de lo poco o mucho que conozco a
nuestro compañero, tendría que estar rabiando con la puta pierna, ya que es un tío
que no se amedranta por nada y que nunca le he escuchado el mas mínimo lamento
a pesar de que muchas veces sus circunstancias de distinta índole y no solo me
refiero físicas, no le ha sido escusa de abandonar una aventura, donde otros el
simple hecho de plantearse realizarla, se acobardan y se quedan en casa. Por lo
que nadie se le ocurrió por instante insistirle en que continuara con nosotros.
Por suerte nos quedaba otro as en
la manga, como es Miguel Ángel y que considero otro seguro de vida en los
momentos difíciles y que en muchas ocasiones, cuando ha habido que tomar las decisiones
resolutivas, su conocimiento del medio, nos ha salvado la continuidad de la
aventura sin ningún percance. Hoy es hora de reconocer a estos dos deportistas
natos y amantes de las montañas y darles las gracias a los dos, por enseñarme como moverme por las montañas. Va por ellos estas
humildes y sentidas palabrejas.
Tras el abandono del compañero,
continuamos subiendo el “Barbas” yo, Fran y el incombustible Manu. Eran las
doce del mediodía si no recuerdo mal y ya teníamos a la vista nuestro objetivo,
el Puntal de Vacares.
Manu que nos había seguido con su
ya acostumbrado caminar, de al “tran, tran” y que nos da igual, ya que es un tío
de estos que lo puedes dejar solo en lo más chungo de una montaña que el tío
sobrevive a todo lo que se le venga encima, le cometamos que nos vamos adelantar un poco ya que pillara donde nos pillara, a
las dos de la tarde tendríamos que retroceder hiciéramos cumbre o no. Manu que
es un tipo coherente, nos dice que sin problemas, que no le esperáramos que lo más
seguro que se adelante un poco, pero que se había planteado también de empezar
la bajada ya que un tobillo le estaba jodiendo y no quería forzarlo vaya que
fuera a mayor la cosa. A los pocos metros de subir, miramos hacia atrás y vemos
que ya había emprendido el descenso.
Bueno pues esto es ya solo cosa
de tres y allí nos encontrábamos en la cuneta del Vacares. Un collado que te
hace pasar a la vertiente sur del Vacares, mirando la “melocotonuda” subida que
nos espera. Fran y yo dudamos y decidimos mirar si sería más fácil ascender por
la cara norte, como en el 2010, pero Miguel Ángel nos insta que lo hagamos por
la otra cara y sin pensarlo mucho, el todo terreno de Fran se adentra y empieza
abrir huella en busca de nuestro objetivo…
Y allí me encuentro yo, viendo a escasos
metros por encima de mi cabeza a Fran peleándose con el hielo y debajo nuestra
cientos de metros de caída con rocas sobresaliendo, con otros cientos metros de
caída rebasado estas, lo justo para no contarlo en caso de un resbalón… Sube un
poco su posición arriesgando lo justo, pero nada, le escucho decir algo entre
dientes pero no lo entiendo y ante mi pregunta de qué ocurre, me contesta que
es imposible, que está la cosa muy difícil de progresar, que es todo placas de
hielo muy inestable, y que en cualquier momento se puede venir todo abajo. Y veo
que empieza a descender hasta mi posición. Ni por un instante dudo de lo que me
dice, mirando su cicatriz de la ceja, que evidencia hasta que punto es capaz de
exponerse y no dar un paso hacia atrás hasta haberlo intentado todo lo posible. le cometo que es hora de regresar con el resto de
compañeros, que el Vacares seguirá estando ahí para que volvamos a retarle. Y
sin más demora, empezamos a descender hasta la seguridad del collado, donde se
encontraba Miguel Ángel. A pesar de la advertencia a Fran de que tengamos
cuidado en la bajada, en la cual sabemos que es donde ocurre la mayoría de los
accidentes por el exceso de confianza, por dos ocasiones pierdo el equilibrio y
tengo que emplearme a fondo en la técnica
de autodetención, para frenarme y volver a subir para recuperar la posición
donde me encontraba y seguir la huella abierta.
Bueno y el resto de la aventura
pues ya os lo podéis imaginar. No por ello está falto de encanto y anécdotas,
como el descenso observando todo nuestro alrededor lleno de tres miles nevados,
que te hacían trasladar a otras montañas de otra latitudes. Y es que cuando las
montañas sobresalen entre las nubes, no diferencias si son tres miles u ocho
miles. Es tan sobrecogedor todo aquello, que te abruma y te siente diminuto
ante toda aquella grandiosidad. Luego está la convivencia de la segunda noche
en el refugio, con el juego de cartas, el pacharan, el vodka caramelo, las
risas, el compartir una tableta de chocolate, el calor de la chimenea…
Norte del Alcazaba por Juan Natura
Video resumen:
Y esto fue todo. El Puntal de Vacares
nos seguirá a ya donde estemos, porque aunque no subiéramos a su cima, en nuestras
mentes se ha quedado grabado para siempre la huella infinita
dirigiéndose hacia
su cumbre. Volveremos…!!!!
Huella abierta hacia el Puntal de Vacares.
Sergio Eusebio.
Sergio Eusebio.