Arrojo el mochilón encima de la
mesa del refugio y salgo rápidamente del él en busca de mis compañeros. El
viento parece azotar menos, pero la niebla
aun permanece y la noche estaba cayendo. Uno de mis amigos, que era el
que me venia siguiendo lo alcanazo y le guío hasta el interior de la Caldera,
la cual estaba medio enterrada en nieve. Le insto a que empiece a calentar agua
y de inmediato vuelvo a salir al exterior. Lo que vi en ese momento, me dejó helado
y casi con la voz rota de tanto gritar me digo una y otra vez “No puede ser”.No
podía ser lo que estaba viendo mis ojos. Apareciendo entre la niebla, a media
ladera de la cima del Mulhacén, veo
deslizarse a toda velocidad un cuerpo que en ocasiones tropieza, gira y sigue
precipitándose a todo trapo. No me lo podía
creer, pudiera ser uno de mis amigos quien se estaba precipitando sin conseguir
detenerse…
Serian las seis de la madrugada
cuando un grupo de amigos salíamos del pueblo alpujarreño de Trevélez para
realizar lo que ya se había convertido en nuestra cita anual llamada “La Clásica”.
Ruta de travesía invernal exigente, que consiste en partir desde Trevélez, subir
a Siete Lagunas y a renglón seguido, ascender al techo de la península Ibérica,
el Mulhacén 3.482 m .,
Para continuación bajar al refugio de la Caldera que se encuentra a 3.050 m ., pernoctando esa
noche en ella, para la mañana siguiente regresar al punto de partida por el
mirador de Trevélez..
Todo iba bien sobre la marcha y
bromeábamos de nuestras numerosas ocurrencias, pero una vez que nos encontramos con la pared
para subir a Siete Lagunas, todo empieza a cambiar. Hacia tiempo que ya nos habíamos obligados a ponernos
los crampones y tener en nuestra mano el piolet. Aquí la primera rampa hacia la
laguna Hondera pone a cada uno en su sitio, fraccionando el grupo, marcando
cada uno su ritmo, quedando todos en reunirnos en el desagüe de la laguna.
Allí empezamos a llegar con
cuenta gotas, viendo desde aquella altura la progresión de cada uno, observando
como algún componente del grupo desearía ese día no estar allí.
Esperando la agrupación, veo
aparecer en el horizonte nubes que no presagiaban nada bueno. Una vez todos,
indicamos a los nuevos lo que tocaba subir a continuación. Encima de nosotros
se encontraba un “rampón del quince”, el nombre ya lo decía todo, la cuesta del
Resuello. Alguno que otro compañero que se estrenaba en estas historias nos
dice que si estábamos locos, que cómo se nos ocurría subir semejante pared de
nieve, otro sin embargo invita a que dejemos la aventura y descendamos, ya que
el tiempo tanto meteorológicamente hablando, como el tiempo empleado en la ruta
estaba fuera de lo planeado y llevábamos mucho retraso.
Los más veteranos se echan a reír
y tirando de experiencia, templan los nervios e indican que en el caso de que
la cosa se ponga chunga llevábamos varias tiendas de campaña donde poder
resguardarnos. Y así empezamos ascender aquella rampa donde nos pegaríamos el
primer susto. Kyran, un malamute que en aquella ocasión nos acompañaba, pierde tracción
de sus cuatro patas en medio de la empinada cuesta y a toda velocidad se
desliza deteniéndose a escasos metros de chocar con unas rocas. Yo pensaba que
no lo contaba y creo que el animalito tampoco, de hecho, su dueño y yo tuvimos
que tirar a la par de su correa para que pudiera remontar la subida al Resuello,
porque el animal se negaba subir aquella rampa.
Terminada esta cuesta y llegando
a lo alto de la loma, nos recibe un viento para nada agradable, el cual hace
barrer literalmente la nieve, dejando la superficie helada y como un espejo, Recuerdo
estar refugiado entre unas rocas y observar llegar a un compañero de cordada,
observando algo que no me gustaría nada. Mi amigo, que es de constitución
fuerte, que junto a la equipacion que llevaba encima calcularía un de peso
estimado de unos cien kilos, apenas calvaba en la superficie las puntas de sus
crampones. Mal, mal se esta poniendo la cosa, esto se esta helando todo y aún
nos queda hacer cumbre y bajar la larga ladera hacia la Caldera…
Fueron varias las reagrupaciones,
haciendo la goma enganchábamos a los más retrasados. Ya hacia tiempo que nos relevábamos
entre todos la mochila de uno de nuestro amigo, para así aliviar su andadura. A
todo esto se produjo lo que ya teníamos en mente desde que lo vimos en Siete Lagunas.
El viento no solo había traído la bajada de temperatura, si no también vino acompañada
de nubes, nubes muy feas que en una de
estas pillo al grupo dividido en tres, nublándolo todo, costando divisar unos
de los otros ya que mirases para donde mirases, era todo blanco, ninguna referencia, solo sabíamos que
había que seguir caminando hacia arriba.
En las cercanías del Mulhacen II,
aclara un poco por unos minutos y se decide dividir el grupo, Yo, junto a unos
cuantos intentaríamos hacer cumbre y el resto ayudaría a bajar al compañero que
se encontraba ya muy fatigado, hasta el amparo del refugio de la Caldera.
En pocos minutos nos separamos
los dos grupos y mi grupo tras soportar un viento y una sensación térmica de
una pila de grados bajo cero, hicimos cumbre. Poco tiempo nos dimos para celébralo,
las nubes amenazaban con volver a taparlo todo y solo disponíamos de una hora
de luz y con gran premura empezamos a descender de la cumbre del Mulhacén.
No habíamos hecho más que descender unos cien
metros, cuando sorprendentemente nos encontramos con el segundo grupo, No habían
avanzado apenas nada!!! Aun recuerdo las caras de preocupación y la cabeza
mirando al suelo del amigo que iba entregado…Uno de los nuestros que le
acompañaba, nos sugiere que alguno de nosotros se adelante al refugio y vaya
calentando agua para lo que hiciera falta.
Y sin más explicaciones me dirijo
a tumba abierta en busca del refugio, que apenas lo diviso porque prácticamente
estaba enterrado en nieve, para ello me ayudo del zoom de mi cámara de video
Panasonic. Para colmo las nubes regresan y lo vuelve a tapar todo. Era tal la niebla,
que uno de mis amigos que me seguía, no era capaz de verme y eso que estábamos
a penas cinco metros de distancia uno del otro. A menudo me tenía que detener y
coger referencias cortas, antes de que la niebla volviera a taparlo todo. Tras no sé cuanto tiempo bajando a ciegas por
aquella ladera helada, creo que llego a
la base del Mulhacén, ya que la fuerte inclinación que traía, se suaviza. Allí me
tendría que encontrar huellas que me dirigieran al refugio, ya que es un lugar
muy transitado por los montañeros, pero no encontraba nada, se notaba que hacia
días que nadie pasaba por allí o el viento y las nevadas anteriores se habían
encargado de borrarlas.
Con las referencias que iba
tomando, y mi intuición ayudada por otras veces que había estado en ese
refugio, ya lo vuelvo a divisar y en esta ocasión intento remarcar bien mis
pisadas, para guiar a los compañeros que vienen detrás y vuelvo a gritar por
enésima vez a mi amigo que se dirigiera hacia mi y que se guiase por la huellas
o mas bien por las pequeñas hendiduras de los pinchos de mis crampones. Aquello
estaba duro como los cuernos de una persona mayor.
Por fin llego y entro en el solitario
refugio, suelto el mochilón encima de la mesa del refugio y salgo rápidamente
del él en busca de mis compañeros. El viento parece azotar menos, pero la
niebla aun permanece y la noche estaba
cayendo. Uno de mis amigos, que era el que me venia siguiendo lo alcanazo y le
guío hasta el interior de la Caldera, la cual estaba medio enterrada en nieve.
Le insto a que empiece a calentar agua y de inmediato vuelvo a salir al
exterior. Lo que ví en ese momento, me dejó helado y casi con la voz rota de
tanto gritar me digo una y otra vez “No puede ser”.No podía ser lo que estaba
viendo mis ojos. Apareciendo entre la niebla, a media ladera de la cima del
Mulhacén, veo deslizarse a toda
velocidad un cuerpo que en ocasiones tropieza, gira y sigue precipitándose a todo trapo. No me lo podía creer, pudiera
ser uno de mis amigos quien se estaba precipitando sin conseguir detenerse…
Pero a medida que descendía podía ver que no era
uno de ellos, ya que lo que bajaba no era nada que se pareciera un cuerpo
humano, no veía extremidades y nada que pudiera asociarlo, desapareciendo de mi
vista a los pocos segundos ladera abajo… pero aun así estaba confuso y no sé que
demonios podría ser o estar ocurriendo allí arriba. A todo esto, intuyo a otro
amigo y su fiel Kyran llegar a mi posición y junto a ellos entro nuevamente al
refugio. El compañero que se quedó calentando agua, con la ayuda de un bastón había
colocado en la entrada del refugio una luz intermitente roja para guiar al
resto. Antes de salir, vacío
completamente mi mochila y solo introduzco algo de comida, agua y el saco de
dormir y me la echo a los hombros. Mi amigo una vez acomodado a su perro, hace lo mismo y salimos los dos al exterior a
ver que ocurría con el resto de amigos.
La noche ya había caído y tras
varias voces en la lejanía divisamos un frontal, era otro de nuestros amigos
que venia hecho una vela del frío que traía. Le indicamos que se dirigiera hacia
la luz del refugio y que tomase algo caliente que el compañero estaba
preparando.
Ya solo quedaban tres, pero no sabíamos
a que altura se encontraban, ya que la niebla no levantaba, a todo esto yo y mi
amigo que decidió acompañarme divisamos la luz de un frontal por encima del
paso de los franceses, los dos nos quedamos muy sorprendidos, porque no sé que demonios
hacia tan lejos, quizás la niebla lo habría despistado y lo había desplazado
hacia ese comprometido costado. Creyendo que era uno de los nuestros, empezamos a gritarle y en varias ocasiones la
luz se detiene, la dirige hacia donde estábamos, pero hace caso omiso a
nuestras indicaciones y sigue alejándose metiéndose en un marrón bastante gordo,
porque la pendiente por allí es bastante pronunciada, un tropiezo y como estaba todo, nada le pararía. Todo es bastante
desconcertante. Mi compañero y yo al poco tiempo dejamos de ver la luz del
frontal, desapareciendo en la lejanía pensando que se dirigiría al refugio del
Poqueira…
Visto lo ocurrido decidimos
volver a la Caldera y ver como estaban el resto del grupo. Ellos estaban bien y
recuperándose, no me acuerdo si me dio tiempo a beber algo caliente o no, la cuestión
que la cosa estaba fea, incluso alguno pensó en llamar al número de
emergencias. Yo en este caso tome la decisión acertada o no, de esperar, ya que
de los tres amigos que aún se encontraban afuera, dos de ellos eran montañeros muy experimentados y resolutivos y
que seguro estaban intentando por todos los medios de salvar la situación,
aparte uno de ellos portaba una tienda de campaña y que posiblemente habrían decidido retroceder
y por la cercanía donde se hallaban, montarían la tienda en las antiguas ruinas
militares del Mulhacén.
Una vez más mi amigo y yo
volvemos a salir del refugio a ver si podíamos atisbar algo. Por suerte la
niebla había levantado, dejando una noche muy estrellada y tras varios minutos
avanzando hacia la base del Mulhacén podemos divisar a la altura de la entrada
del vasar del Mulhacen tres frontales que sin ninguna duda serian de nuestros
amigos.
Aunque en un principio la visión
nos alegro muy mucho, no me podía creer que estuviesen todavía a tanta altura y
tan escorados hacia aquel vertiginoso patio de la cara norte del Mulhacén.
Aquí hago un inciso a mí relato,
relatando a continuación lo que los tres compañeros por boca de dos de ellos
vivieron en aquella angustiosa bajada, la cual la cuentan como una de las
situaciones más comprometidas que habían vivido en una montaña:
Uno de ellos cuenta que cuando
empezamos todos a descender hacia el
refugio, poco a poco nos fuimos difuminando engullidos por la niebla, por lo
que él toma la decisión lógica de no separarse del compañero que no se encontraba
bien y que desde hacia horas también iba
cargando con su mochila.
Pero al poco tiempo nuestro amigo
que se encuentra exhausto, decide no dar un paso más, que estaba muerto, que lo
dejara descansar un poco, su compañero le insta a que siga, que pararse en esas
circunstancias no era bueno, aunque sea pasitos cortos, que el refugio estaba
abajo y una vez allí todo cambiaria, pero nada, seguía sin moverse, por lo que le
aconseja que coja su teléfono móvil y realice una llamada a su mujer, pensando
este que conseguiría levantar el ánimo de su compañero. Este accede y tras
finalizar la conversación parece que se fortalece un poco y empieza nuevamente
a descender.
A todo esto ya empieza a
oscurecer y la niebla seguía tapándolo todo. Los dos compañeros estaban ya al
borde de la desesperación, uno prácticamente entregado y el otro por no saber
que más hacer para animar a su compañero a seguir bajando. En una de estas, el
compañero que le portaba la mochila, le pide permiso para tirarla cuesta abajo,
ya que era mucho tiempo cargando con ambas mochilas sumándole que en un par de
ocasiones debido al peso y la mala colocación de la segunda mochila le había desestabilizado
con el consiguiente riesgo de caerse, por lo que sin mucho reparo la deja caer
y es lo que yo veo deslizarse a toda velocidad cuando salgo del refugio.
Allí se encontraban los dos
helándose y sin moverse, cuando entre la niebla ven aparecer como relata el compañero
lo que fue para el un ángel. Era el tercer compañero que viendo que no
descendían opto por subir a buscarlos. La situación que se encuentra este
tercero es alarmante, según palabras textuales, el compañero fatigado se encontraba
totalmente abatido y exhausto, dejando entrever que siguieran sin él y presagiando que en
cualquier momento era capaz de dejarse caer por aquella ladera helada.
Entre los dos vuelven a insuflarle
ánimos consiguiendo que volviera poco a poco a caminar, incluso uno de ellos
para facilitarle la bajada, con su piolet le iba excavando en la nieve helada
pequeños peldaños para que se sintiera más seguro en la bajada.
Los que estábamos abajo lo pasamos mal por la
incertidumbre, pero lo vivido por estos tres allí arriba solo ellos sabrán hasta
que punto llego la desesperación. Ellos y a veces junto a ellos, hemos vivido
otras situaciones comprometidas, pero ellos
recuerdan esta como la que más.
Tras, yo calcularía media hora, conseguimos
contactar con ellos y me acuerdo de un abrazo con uno ellos, la liberación de tensión
de ese abrazo fue tal, que la recordaré para siempre. Este mismo amigo me insta
a que busquemos la mochila que había tirado del otro compañero, pero le insisto
en que abandone la idea y que pasemos todos al resguardo del refugio, que yo le
emprestaría mi saco al compañero para que pasara la noche, ya habíamos tenido bastante en el
día, como para empezar en la helada noche, buscar una mochila que vete tu a
saber donde demonios cayó.
Recuerdo entrar al refugio y
quitarle al compañero los crampones porque era incapaz de hacerlo por él mismo
y le invito a que se introdujera en mi saco para que entrase en calor. Eso me
costó la noche más fría que he pasado en una montaña, nunca había deseado tanto
que amaneciera.
Aun así, esa noche en ese refugio,
pese a lo vivido, hubo parcharán y partida de cartas hasta que llegó la hora de
irse a “dormir”.
La mañana amaneció estupenda a
pesar de que el viento persistía queriendo arrancar de cuajo la puerta de la
Caldera.
Al iniciar la marcha de regreso
nos encaminamos hacia donde yo creía que había aterrizado la mochila,
encontrándola al poco tiempo con varias cremalleras abiertas y desgarradas por
algunas zonas. Se la estragamos a nuestro amigo y continuamos la marcha dejando
la nieve poco a poco atrás, en busca de un buen plato alpujarreño que nos
repusiera de las dos jornadas vividas allí arriba.
En pocos días hará cinco años que
ocurrió esta historieta y quisiera desde aquí hoy, coincidiendo con el Día Internacional de
las Montañas, dar las gracias a dos de mis padres montañeros, los cuales me han
enseñado tanto como desenvolverme, como saber actuar ante momentos difíciles en
la montaña. A ellos dos, Mario y Miguel Ángel va este relato, porque se jugaron
el tipo con tal de no dejar a un compañero a su suerte. Y a todos los amantes
de las altas cumbres, ahora que estamos en el inicio de la temporada invernal,
disfrutar de ellas, el caminar por ellas sabemos que conlleva un peligro que
está intrínsicamente vinculado a ellas, no por ello dejaremos de subir, porque
el subir allí arriba, es una de las cosas de esta vida que más nos apasiona.
Buen invierno para todos y muchas
bajadas de cumbres.
Sergio.