“Caminante, son tus huellas
el camino nada mas;
caminante no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino,
sino estelas en la mar”.
Tras varios meses buscando la
fecha para materializar la idea, ahí nos encontrábamos Mario, Miguel Ángel y el
que escribe, Eusebio.
Esta vez no íbamos a empezar la aventura
debajo de un cartel indicador de la ruta, no, esta vez, nos encontrábamos
delante del televisor del apartamento de Miguel Ángel, en Prado Llano, con
cerveza en mano y sufriendo con el España-Croacia. Tras el partido, seguimos el
ritual de las cartas, con los chupitos de pacharan. Y tras varias jugadas, tocó
acostarse. Que raro parecía todo, si no fuera porque desde lo alto de la litera,
veía las mochilas y en mi paladar todavía permanecía el sabor seco y dulzón del
pacharan, ya que las malditas cartas, no me favorecieron esa noche.
A las seis de la mañana ya
estábamos los tres en pie, aunque, hubo alguno que maldijo lo temprano del
toque de diana (si supiera lo que le esperaba la segunda noche) ja ja ja ¡!!.
Habíamos terminado de desayunar,
cuando por la ventana del apartamento intuyo, lo que en los días anteriores los
partes meteorológicos predecían, lluvia, acompañado con algún que otro crujir
de truenos. Tras varios amagos, decidimos salir al fin sobre las ocho de la
mañana y replantearnos hacer la ruta del día, a la inversa, ya que en caso de
empeoramiento del tiempo, tendríamos más donde refugiarnos. Por lo que
decidimos dirigir nuestros pasos al Refugio de la Carihuela , la cual, se
encuentra a 3.200
metros de altitud y muy cerca del Pico del Veleta (3.395 m .).
No habíamos más que hecho subir un par de
repechos por las pistas de esquís de Borreguiles, las nubes que no habían
dejado de desaparecer, vuelve a dejar caer una intensa lluvia. Por suerte nos
encontrábamos cerca de una especie de túnel artificial, que hace las funciones
de paso a nivel, donde entre una especie de protectores rojos, improvisamos un
refugio, contra la lluvia y el frío, que a esas horas y con el fuerte viento,
calcularía una sensación térmica de unos 5º.
Una vez escampado, decidimos retomar la subida
con un poco de cabreo, porque la intensa niebla, ocupaba todo el campo de
visión y predecíamos que no nos iba a dejar avanzar mucho, ya que la segunda
parte del recorrido, ninguno de los tres la conocíamos y no nos íbamos
aventurar a jugarnos el tipo innecesariamente, máxime, cuando la lluvia, los
truenos y las rachas de vientos, te hacían frenar en seco; en un paso de un collao a más de tres mil metros,
podría ser algo más que peligroso.
Sobre las once de la mañana y
tras haber pasado por los Lagunillos de la Virgen , llegamos al refugio de la Carihuela y cual es
nuestra sorpresa, nos encontramos en el interior un grupo de jóvenes, con edades
comprendidas entre 12 y 20 años y de nacionalidad Británica. Gracias a que uno
de ellos hablaba castellano, nos enteramos que venían de un Colegio
Internacional de Murcia y que venían a una especie de aventura de superación,
en plan orientación.
Allí permanecimos durante dos
horas en espera de que levantara un poco el tiempo, mientras tanto, alguno pegaba
una cabezadita sobre la mesa, mientras Mario y yo intercambiábamos
conversaciones con el grupo de jóvenes. Como dato curioso, uno de ellos, que
era Escoses y con el cual nos hacia de interprete con el resto, nos comentó,
que le gustaba los juegos de cartas y el que más le gustaba, era el mismo que
jugamos nosotros cuando estamos en la montaña, pero le comentamos al chaval,
que nosotros le añadíamos la norma del que pierde, tiene que beberse el chupito
de pacharan y que la noche anterior, estaba claro quien perdió más veces de los
tres, sí , el tío con barbas, que venia con nosotros y que estaba con la cabeza
apoyada sobre la mesa del refugio. El y el resto de sus compañeros cogieron lo
que queríamos decirle y nos reímos todos, mientras Miguel Ángel seguía a su
rollo ja ja ja ¡!!
En la espera, apareció un
matrimonio ruso y por lo que pudimos entender, venían desde Siete Lagunas,
habían subido al Mulhacén con granizada
incluida y habían seguido andando bajo la tormenta, hasta el refugio donde nos
encontrábamos, para hacer noche. Increíble !!!, habían hecho toda esa ruta, con
un librito cartográfico y con un temporal del quince, donde en ocasiones no veías
a más de veinte metros. Éramos nosotros que conocíamos esa ruta y no nos atrevíamos
salir del abrigo del refugio…
Viendo que el panorama no
mejoraba, decidimos almorzar y así ganar un poco de tiempo en espera de que
mejorase la meteorología. Tomando también la decisión, de no avanzar más que
hasta el refugio de la Caldera ,
(3.050m) la cual, se encuentra a los pies del Mulhacén (3.482 m .) y hacer noche
allí.
Trascurrido el tiempo, el grupo de jóvenes,
tomaron la decisión de salir, por lo que nos emplazándonos con ellos, para esa
misma noche en la
Caldera. Nuevamente nos sorprendió, viendo como la más joven
(unos 12 años) portaba una mochila de igual tamaño que la nuestra y como meticulosamente,
habían dejado el refugio, sin el más mínimo resto de basura, cosa que
deberíamos aprender alguno que subimos y utilizamos estos refugios
gratuitamente.
Serian las una y media y con las
nubes atrapadas en el corral del Veleta, dirigiríamos nuevamente nuestros pasos,
hacia el refugio de la Caldera ,
por el carril que te lleva a los mismos pies de esta.
La mañana había sido
desagradable, pero la tarde se había quedando muy bonita, viendo como las luces
atravesaban las nubes e incidían en los valles, dando un aspecto de
grandiosidad y majestuosidad.
Serian las tres de la tarde,
cuando tras atravesar por debajo del Cerro de los Machos (3.324m.) y los
Crestones de Río Seco, teníamos enfrente Loma Pelá. Detrás de ella se
encontraba el Refugio de La
Caldera , que para llegar a ella teníamos dos opciones. Una, seguir andando por el carril que traíamos
y la cual tras rodear la loma, nos llevaría a los pies del refugio o atajar
subiendo por la loma y luego bajar a la Laguna de la Caldera y seguidamente al refugio del mismo
nombre. Pero recordamos que siguiendo el carril a poca distancia donde nos
encontrábamos, se hallaba otro refugio llamado de Loma Pelá. Desconocíamos el
estado que se encontraba esta, pero sopesamos el estar solos con nuestro
cachondeo, las cartas X, el pacharan y los peos…a estar con los chavales en
plan modositos y sin dar entender a estos, que somos más cafres que ellos.
Collao del Lobo
Raspones y laguna de Río Seco
A los pocos minutos, estábamos
junto al refugio de Loma Pelá, que aunque su fachada exterior nos dio un
aspecto de corraleta, el interior se encontraba en buen estado, con literas de
madera y mesa de mampostería y tablón de madera y a pesar de gotear por algunas
partes del techo, a causa de la lluvia de por la mañana, decidimos hacer noche
allí.
Refugio de Loma Pelá.
Mientras Miguelito volvía echarse
una siestecita, Mario y yo, decidimos aprovechar la tarde que se había quedado
de lujo, para otear un poco más adelante, para averiguar un poco la continuidad
de la ruta del día siguiente.
Al llegar a la laguna de la Caldera , decidimos
ascender al Puntal de la
Caldera (3,226
m .) y desde allí, ver como estaba el otro lado, donde se
encontraba uno de nuestros objetivos de la andada, la Laguna Larga.
Laguna de la Caldera.
Tras ascender por un sendero que
desde abajo de la Caldera
se veía comprometido, llegamos a ver la laguna, pero no mucho más, porque las
nubes tapaba todo los valles que la circundaban, por lo que decidimos volver
junto a Miguel Ángel para cenar.
Mulhacén,refugio y laguna de la Caldera. Ah! y Mario.
Eusebio, Puntal de la Caldera y Mulhacén.
Una cabra en el horizonte.
Mario mirando al horizonte.
Cenar a las seis de la tarde!!! Si!, y a las nueve metidos en el sobre, con media botella de pacharan sobre la mesa sin beber. Se notó que faltaban el resto del equipo, en otras ocasiones, nos habría sido insuficiente los dos litros de este apreciado liquido montañero…
Lo positivo de este horario
ingles, nos vino bien para levantarnos a las cuatro de la mañana, bueno… auque
hubo quien no pego ojo en toda la noche, en especial Mario y un misterioso
amigo, no invitado en el refugio, que en numerosas ocasiones rebuscaba algo que
comer entre nuestras bolsas de comida.
Eran las cinco de la maña y ya
teníamos los infiernillos a tope, calentando agua para desayunar. Una vez
compartido desayuno, salimos sobre las cinco y media con los frontales
encendido y con un manto de estrellas sobre nuestras cabezas, al fondo el
Mulhacén y el collao del Ciervo, por donde ya despuntaba el día.
En la subida al Collao, te
encuentras varias vías para subir. Desde el Refugio de la Caldera , unas se dirigen
para ascender el Techo de la
Península y otros para el collao, pero por la que optamos,
nos llevo directo a las paredes intermedias del Mulhacén. Abajo veíamos la Laguna de la Mosca , punto inicial para
empezar la andadura por lo desconocido. Pero desde donde estábamos, no veíamos
un descenso nada fácil. Mis dos compañeros tanteaban como bajar, mientras yo,
en mi interior, deseaba que no fuera por ahí, ya que no me defiendo muy bien
descolgándome por esas paredes, en las cuales, el más mínimo descuido, te harían
caer cientos de metros.
Por lo que no quisimos jugárnoslas
y decidimos descender por la vía normal hasta la Laguna de la Mosca. En ella nos dimos
un respiro y cada uno fue a lo suyo, El Migue a dar una cabezadita, Mario en
busca de su momento José Coronado, y yo, a rellenar las cantimploras e intentar
capturar la belleza de estas montañas, con la cámara de fotos. Esta claro que
no lo conseguí, verlo en directo, sobrepasa cualquier objetivo y megapíxeles de
una cámara.
Viendo despuntar el dia en Laguna de la Mosca.
Viendo despuntar el dia en Laguna de la Mosca.
Como dato curioso y aquí lo
comento para futuros montañeros que decidan pernoctar en esta zona, deciros que
en el lado opuesto de la laguna, debajo del Mulhacén, hay un bidón estanco de
color azul, que sirve como antizorros, en este puedes guardar la comida y el
calzado, para así, evitar la travesura de estos animalitos tan simpáticos, que
te pueden aguar una noche.
Bueno y a partir de este punto,
empezaba la autentica aventura. De los tres que nos hallábamos allí, ninguno
habíamos hecho la ruta que teníamos previsto en adelante. La ruta a seguir
seria Laguna de la
Mosca-Laguna Larga-Corral del Veleta-Prado Llano.
Laguna de la Mosca y Juego de Bolos.
La única referencia que teníamos,
era la de algunas crónicas que habíamos leído en los foros por internet, ya que
en el mapa que portábamos, no venia señalado ruta ninguna, que te ayudara a seguir
un itinerario correcto y directo a nuestros objetivos.
Por lo que decidimos tomar en
principio, la dirección de unos hitos que encontramos en la base de la Laguna de la Mosca , pero que a los pocos
minutos nos dimos cuenta que no era la que buscábamos, ya que esta, se perdía
en la bajaba de la chorrera de esta, no encontrando ninguna otra que nos llevase a girar a
izquierda, buscando los espolones que bajaban del Puntal de la Caldera.
Y allí nos encontrábamos los tres, sin saber
muy bien que hacer. Había dos opciones, una, desde la posición que nos
encontrábamos seguir bajando por la chorrera de la Mosca dirección Verea de la Estrella , para
continuación, en el momento que la montaña nos lo permitiera, pasar al siguiente
valle y remontar el río Valdeinfierno, hasta la Laguna Larga o bien,
jugarnos el tipo subiendo la montaña de más de tres mil metros que teníamos
encima nuestra, sin saber muy bien que podíamos encontrarnos detrás de ella.
Por suerte elegimos la opción más
acertada, aunque subir aquella montaña, nos supuso andar por ella a cuatro
patas, con el mochilón a las espaldas y dar por justo, el por que del nombre
Juego de Bolos. Subir aquella montaña, era subir por una pala, donde tus pies
tenían que saber donde apoyarlos, ya que en caso contrario, retrocederías
varios metros hacia atrás, ya que todas las piedras no estaban afianzadas al
terreno y máxime cuando de vez en cuando las rachas de viento te tiraban para
atrás.
Subida a Juego de Bolos.
Mario y detrás, cara norte del Mulhacén.
Una vez en la cima, pudimos ver por donde venia la verea que teníamos que haber tomado y la cual, tras pasar por los espolones dela
Caldera divisamos abajo, la gran Laguna Larga. Una vez que
llegamos a ella, nos recostamos en la hierba que circundaba esta y nos tomamos
un respiro, tomándonos una pieza de fruta y dejándonos atrapar por la
tranquilidad de aquel paraje.
Mario y detrás, cara norte del Mulhacén.
Una vez en la cima, pudimos ver por donde venia la verea que teníamos que haber tomado y la cual, tras pasar por los espolones de
Laguna Larga.
Finalizado esta parada,
proseguimos una verea que partía desde la misma laguna, pero que nuevamente, tomamos
la errónea, ya que tras varios minutos de subida, esta seguía su ascenso hacia
los Crestones de Río Seco, alejándonos de la dirección que debíamos tomar, por
lo que decidimos bajar de nuevo y buscar otra verea que tomase dirección a La
veta Grande, el último paredón antes de bajar al corral del Veleta y el cual desde
la cima que subimos con anterioridad, se veía inaccesible, exceptuando un paso
que se nos antojaba desde la lejanía, bastante comprometida.
Foto anterior apliada y en rojo la ruta seguida llamada Veta Grande.
Miguel Ángel señalando el Cerro de los Machos.
Tras varios minutos buscando la
senda buena, lo conseguimos divisar y ya nos apartaríamos de ella, hasta llegar
a Veta Grande. Tras atravesar todo el Corral de Valdeinfierno, nos
encontrábamos debajo de aquel único paso que nos dejaría caer al otro lado de aquella
pared. Ante nosotros teníamos una subida de unos doscientos metros, por donde
el “sendero” pasaba por morrenas y paredes con patios de centenas de metros de
caída libre. Pero una vez que te adentras no nos pareció tan expuesto y es que
te das cuenta, que las vereas de estas montañas, son tan insignificantes entre
estas enormes paredes, que donde te crees que son inaccesibles, hay una que te
llevan a lo más alto de una montaña o te elevan a un collao el cual te da paso
al siguiente valle.
Después de una veintena de
minutos de ascenso, llegamos al collao y desde allí, ya divisábamos el siguiente y ultimo valle que nos llevase a Prado Llano.
Entre nosotros y los Tajos del Campanario, se encontraba el corral del Veleta,
donde desde la misma base partían pequeños arroyos, que a medida que se cerraba
el valle formaba un autentico torrente al cual llaman, el Guarnon, afluente del
Rio Genil.
Desde la altura divisamos una
marcada verea que nos haría descender cómodamente, pero al llegar abajo del
corral, se difumina al igual que los hitos que íbamos siguiendo, por lo que
optamos abrirnos los tres en busca de estas marcas, pero fue infructuoso, pero
no quedaba otra que subir en busca de la salida la cual llaman el Veredon, una
especie de paso que a los que practican el ascenso al Veleta por el canuto de
esa cara, desciende por ella.
Yo, que estuve hacia escasos quince
días antes en Sierra Nevada, pude comprobar que ese paso se encontraba tapada
algunas partes con neveros y así se lo hice saber a mis compañeros y que en
caso de perdurar, seria muy comprometido pasar por ellos sin crampones, a pesar
de que estuviera abierta por la continua pisada del resto de montañeros, un mínimo
resbalón caerías al vacío irremediablemente.
Mientras yo comentaba esto a mis
compañeros, ellos se desinhibían permaneciendo tumbados en la verde hierba,
dejándose atrapar por el chapoteo de los distintos arroyos que nos rodeaba, por
lo que opte por hacer lo mismo y evadirme por un rato y dejar la mente en
blanco y disfrutar de aquella paz, que el aire fresco de aquella mañana,
atrapaba, trayéndote el olor de hierba fresca y el sonido de un agua joven.
A la izquierda superior, Pico del Veleta.
Después de recargarnos de energía, empezamos a remontar aquél Veredon, esperando que la nieve hubiese desaparecido. Por suerte así fue y la senda se encontraba limpia, exceptuando una fina cornisa de nieve encima nuestra, que no nos impediría subir hasta las Posiciones, fin de aquella subida y que tras descender un poco ya teníamos Prado Llano a nuestros pies.
Después de recargarnos de energía, empezamos a remontar aquél Veredon, esperando que la nieve hubiese desaparecido. Por suerte así fue y la senda se encontraba limpia, exceptuando una fina cornisa de nieve encima nuestra, que no nos impediría subir hasta las Posiciones, fin de aquella subida y que tras descender un poco ya teníamos Prado Llano a nuestros pies.
Miguel Ángel subiendo a la entrada del Veredon.
Base del Veleta, dode en sus canutos hacen las delicias los Alpinistas.
Veleta, vista desde el Veredón.
Serian las dos de la tarde y ya nos encontrábamos de nuevo en el apartamento de Miguel Ángel, engullendo el resto de comida que nos sobro del otro día, después de una merecida ducha y con la satisfacción de lo vivido y lo justificado del “madrugon”.
Veleta, vista desde el Veredón.
Serian las dos de la tarde y ya nos encontrábamos de nuevo en el apartamento de Miguel Ángel, engullendo el resto de comida que nos sobro del otro día, después de una merecida ducha y con la satisfacción de lo vivido y lo justificado del “madrugon”.
Bueno y aquí termina el relato de
lo que fue estos días en Sierra Nevada, el mal tiempo de la primera jornada,
nos trunco la segunda parte del plan, el cual, era de haber explorado la parte
oeste de la Sierra ,
haciendo una circular desde El Refugio de la Cahiruela , pasando por
los Tajos de la Virgen ,
Elorrieta, Refugio del Caballo y vuelta para atrás, por el Valle del Lanjaron.
Pero bueno, disfrutamos mucho de
lo andado, ya que siempre íbamos con el gusanillo de que era lo que nos íbamos
a encontrar, tras atravesar algún collao y adentrarte en un nuevo valle,
haciéndote sentir una parte minúscula en este mundo de las grandes montañas.
Un saludo de vuestro compañero Eusebio y nos vemos en la siguiente.
Un saludo de vuestro compañero Eusebio y nos vemos en la siguiente.